El puente de los signos



Podría decir con la notable liviandad de los pensamientos elaborados por medio de una razón embrionaria —o movilizada apenas por una voluntad perezosa—, que el mero acto de escribir ficción me habilita para la mentira, lo cual es al menos incierto, de inmediato genera dudas, y dicho de este modo casi brutal presentaría la apariencia de una reflexión primitiva y precaria, y, además, daría la impresión de que la historia contada sería falsa.

Y no es así. 

Porque durante la construcción del texto el goce estético me impulsa hacia la libertad con un entusiasmo inusitado por consolidar en palabras lo que no es idea escrita todavía, mientras mi ansiosa intuición se adelanta en busca de esa madeja colorida, aún difusa, con la certeza de que el estímulo imposible de detener concluirá en un indudable descubrimiento.

En este proceso de impredecible trazado en el cual por momentos me extravío transitando por direcciones opuestas, todo lo que mi conciencia imagina procede de la suma de mis realidades interna y externa, ambas tan veraces, tan ricas y tan particulares como las de cualquier persona que abrace otro oficio, aun el más distante o alejado del mío. De ellas obtengo la experiencia humana y la vuelco en expresión escrita con la aspiración de que sea interpretada por cualquiera dispuesto a leerla en esta, nuestra misma lengua. 

Intento volcar al papel, a pesar de mi pobre talento, mis más genuinas emociones, y me esmero en el tratamiento de la belleza de los textos consciente de la escasez de matices acerca del significado de los signos que nos permite el lenguaje. 

Disfruto al suponer que alguien descifrará a su manera las líneas de letras apretadas de las frases. Me maravillo al soñar con nebulosas de ojos recorriendo las páginas en la intimidad del silencio de la lectura para completar con su propio ingenio todos los huecos que yo he dejado.

Una única luna cursa el cielo nocturno, pero cada desvelado la ve distinta. Y si el insomnio persiste, un corazón palpitando hacia lo alto de la noche contemplará una imagen diferente del astro. Un único libro luce distinto ante peculiares miradas y en posteriores lecturas el álgebra literaria lo multiplicará del mismo modo que se replican los rostros lunares en el firmamento.



Este relato fue publicado en la revista literaria Vestigium (MEDIUM, sept. 2019).