De errar el tiro quisiera agujerear el cielo o provocar alguna catástrofe. Ya sé que ese cielo no soltaría ni una queja. Ya sé que poner patas arriba al mundo no soluciona nada. No sé por qué pienso que con esta irrupción de furia se puede perdonar mi abandono, justo en la escena de tu momento final. Colmado de asco no merezco ni la sal ni el vino y mucho menos la caricia de la aurora.
En vano esta rabieta infantil se agota en mi pequeña locura por el acontecimiento irreversible de tu muerte. Acaso este ataque de asfixia se deba sólo a no poder responder con la palabra justa a tu mirada ciega, ni a escuchar el grito mudo de tus ojos en medio de mi noche oscura, ni a tocar el desierto mineral en que tu piel se ha convertido.
Este relato pertenece al libro todavía no publicado Lana hueca.
Una reflexión con mucha fuerza, muchísimas fuerza. Ese abandono y dolor que se siente tras la pérdida.
ResponderBorrarSí, y peor aún cuando por detrás actúa el gatillo incrolable de la culpa que mella el espíritu sin descanso.
BorrarGracias por comentar, Margarita.
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ResponderBorrarHello, Rajani. Thanks for comment. I am very grateful for your visit to the blog.
BorrarGreetings.
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ResponderBorrarI left a message in your post. It is a dazzling and healthy thought for those who want to live in harmony with God.
BorrarGreetings.