Agua de plata




Oí un quejido. Los tirantes del techo se habían arqueado. Parecía que Dios les había puesto un pie encima. No quise despertarte, salí de la casa y subí por la escalera, peldaño a peldaño, María. Y la vi. Sobre el tejado de zinc estaba dormida la luna llena.

Era enorme.

Parado en las ondulaciones del tinglado me sentí poderoso. Me distraje un momento, miré hacia el terreno del fondo y escuché las voces de los grillos entre los juncos. El calor de enero era insoportable.

Me acerqué y toqué la luna. 

La superficie blanca tenía moretones grises y se me enfriaron los dedos en el agua de plata. En el patio vi un juguete roto, una maceta sin flores y una rueda de bicicleta oxidada. Tuve ganas de huir.
 
En ese instante algo misterioso debió haber sucedido porque el disco de ceniza ascendió. 

No quise dejarte, María, y, sin embargo, me aferré y me dejé llevar sin pensar en nada. En un rato, yo y la luna, desaparecimos detrás de las copas de los árboles. Las ramas de las acacias sostenían las hojas desplegadas en el follaje denso. Fue fácil escondernos aprovechando la serena complicidad de las sombras.

Ahora me siento inmortal en la noche interminable. No sé si esto está bien. Estoy confundido.

Debe ser la pobreza, María.



Este relato, publicado en la revista literaria "Vestigium" (MEDIUM, mayo 2020) pertenece al libro Fotos viejas.

14 comentarios:

  1. La Luna puede resultar (a mí me parece que lo es) tremendamente irresistible. Si pudiera aferrarme a ella y dejarme llevar, no me lo pensaría.

    Muy bello relato

    Un abrazo

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    1. Solo es necesario abandonarse a la imaginación.
      Muchas gracias por comentar, Alis.
      Un abrazo para ti.
      Ariel

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  2. La estética de tus relatos Ariel es única; el estilismo que empleas y los recursos que utilizas los embellecen de tal modo que creo que podría reconocer un texto tuyo entre muchos otros. Un abrazo!

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    1. Muchas gracias, de veras, Antonio, por esta frase. Me has puesto muy contento porque sé de tu sensibilidad para leer los textos. Te mando un abrazo en este otoño porteño.
      Ariel

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  3. ¡Qué delicia, hermano, qué delicia! Tu prosa lleva la poética en su sangre: ya no sólo es lo que dices, es cómo lo dices. ¡Qué grande eres, Raúl, qué grande! Un fortísimo abrazo. Todo el aché para ti y los tuyos.

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    1. Muchas gracias, Ovidio, semejantes elogios viniendo de quien vienen. Eres muy generoso, hermano, como tú dices. No sabes cómo me agrada tu comentario y cómo me contagia tu entusiasmo. Eso me carga los dedos de ánimos.
      ¡Un abrazo muy grande desde Buenos Aires!

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  4. Me gustan muchos los textos narrados en primera persona porque ofrecen un ambiente muy intimo, tanto en la lectura como en el.proceso de creación.

    Lo bueno si es breve, pues es dos veces bueno, Ariel. Destaco de todo el bloque de texto este fragmento que es de una belleza rompedora:

    [...]Me acerqué y toqué la luna. La superficie blanca tenía moretones grises y se me enfriaron los dedos en el agua de plata. En el patio vi un juguete roto, una maceta de lata y una rueda de bicicleta oxidada. Tuve ganas de huir.
       El disco de ceniza ascendió.[...]

    Gracias por tanta belleza.

    Abrazo.

    (Aquí comienza el calor, en contraposición con vuestro otoño, mi estación favorita).

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    1. No es raro que en las revisiones cambie de idea y ponga al narrador a contar en otra persona porque "no suena bien" aunque por lo general acierto de entrada. Es como un murmullo interior el que me guía, por lo general ese susurro se impone con mucha fuerza cuando es un texto, consciente o inconscientemente dedicado a una persona en especial (explícita o figurada) y, ahí sí, es probable que termine en segunda persona. Los textos muy breves como este por lo general nacen con su narrador. Eres muy generoso, John. Es un placer recibir un comentario tan elogioso de tu parte.
      Otro abrazo para ti.
      (El otoño también es mi estación favorita)

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  5. El impuestazo que deberá pagar de rentas si decide quedarse con la luna entera... Ahí sí que se va a quedar bien pobre.

    Más allá del chiste, interesante relato.

    Saludos,

    J.

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    1. ¡Ah! ¿Quién no ha soñado con poseer la luna?
      Gracias por pasar, José.
      Saludos.
      Ariel

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  6. Muy bueno, me gustó tu blog, te sigo.

    Besos al alma

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  7. Respuestas
    1. Gracias a vos, Mucha, por leer y comentar. Abrazo desde Buenos Aires.
      Ariel

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