Un papel con pocas líneas


   Estás escribiendo una carta, esta noche, en el aislamiento de la habitación del hostal del campus de esta prestigiosa Universidad de la India. 
   La soledad te invade, pero tu mano está firme sobre el papel, tu rostro de piel oscura se inclina sobre la hoja. Tus ojos negros no podrán mirar a tus amigos cuando la lean, no estarás cerca de ellos, no quieres ver lágrimas en las mejillas de los demás. Has sido el culpable de esto, solo tú eres el que has traído los problemas contigo, tú mismo has cargado con la condena de la sangre, tú eres el que lleva el estigma de baja estirpe, de haber nacido en esa casta indeseable.
   Sientes que hay una grieta que se agiganta entre alma y cuerpo. Te has convertido en un monstruo. 
   Siempre has querido ser escritor, y al final, llegas a la conclusión de que este mensaje será tu único legado.
   Has sido un enamorado de los astros, has pasado noches eternas observando las estrellas, arrobado ante la grandeza de la Naturaleza. Has visto que el espíritu de los hombres hace tiempo se ha separado de ella, del Universo infinito e inescrutable que se extiende mucho más allá del alcance de la vista. Has observado con dolor y con abatimiento como los sentimientos de los hombres y mujeres se van desvaneciendo y eso te incrementa el desaliento. Te ha sido cruel aceptar que, en este mundo, es tan difícil amar como fácil es hacerse daño unos a otros, y te has cansado finalmente.
   Te has convencido, el valor de una persona se ha reducido a un número, a una cosa. No la tratamos como a un maravilloso ser pensante, como a una gloria hecha de polvo de estrellas. Eso piensas, eso colocas en esta carta triste, la primera y última que escribes con este fin, y pides perdón por si tal vez no llegue a tener sentido para los demás.
   Piensas que puedes estar equivocado, también, en tu comprensión del mundo, en tu modo de entender el amor, el dolor, la vida y la muerte. 
   Estableces que no había ninguna urgencia en hacer lo que vas hacer, pero quieres terminar con esto de estar corriendo siempre, desesperado por empezar a vivir. Tu nacimiento en la casta intocable fue tu accidente fatal. Tu pasado te ha sentenciado, pero no te sientes herido en este momento. Estás simplemente vacío. No sientes preocupación por ti mismo, y es por eso que estás decidido a hacer esto.
   Dices que la gente te podrá tomar como un cobarde, como un egoísta una vez que te hayas ido de esta vida. Tu no crees en los fantasmas o los espíritus después de la muerte, sientes que eres libre de pensar esto. En tu opinión no hay nada absoluto, crees que puedes viajar a las estrellas. Y saber acerca de los otros mundos inciertos que imaginas.
   Pides que tu funeral sea silencioso y suave. Que todos se comporten como si simplemente hubieses pasado sin dejar rastro, como la luz de una vela. Pides que no derramen lágrimas por ti. Sabes que serás más feliz muerto que vivo. Pasarás de las sombras a las estrellas.
   Ruegas que no se moleste ni a tus amigos ni a tus enemigos por este acto de dignidad y esperas que sirva para redimir algo, para mitigar las penas de los tuyos. Para eso ofrendas tu vida. 
   Y es entonces cuando miras hacia el techo, te levantas de la silla y tomas la soga con la mano para comenzar tu última tarea sobre la tierra.