Epílogo

 




Cerrar un blog es difícil. En este caso no se trata de una decisión apresurada: lo vengo pensando hace al menos un par de años. Resumir este acto a una causa es en vano y enumerarlas a todas al menos sería tedioso. 

Quizás como aproximación valdría decir que me he resistido por largo tiempo a admitir la falta de talento que poseo para escribir. He estudiado, he leído mucho, he escrito otro tanto y, además, he publicado. Y lo publicado, visto con la perspectiva de lo aprendido, es de una pobreza literaria irreparable. 

Lo que rescato es haber pasado por Ultraversal, sin duda el mejor taller virtual y gratuito para la formación de escritores. Allí pude encontrar la ayuda inestimable de Gavrí Akhenazi, allí pude sopesar el bagaje de un verdadero escritor y de su tremenda capacidad docente. Creo que ese aprendizaje sumado a su generosidad hacia mí lo llevaré conmigo hasta la tumba. Y también la de los otros escritores que me tendieron la mano como John Madison, Silvio Carrillo, Eva Lucía Armas, Morgana de Palacios, por supuesto, y, además, todo el abanico de compañeros que aunque no los nombre, me ayudaron y me alentaron. Ultraversal para mí fue una fiesta, sin duda, que llevaré en mi corazón.  

El oficio de escritor (título que no poseo) se ejerce en forma permanente, es un camino maravilloso para alcanzar la expresión de lo que uno quiere transmitir por medio de la letra, pero es cuesta arriba siempre, y nunca se transita solo, se necesita de la guía de un tutor, la crítica de sus pares. Se necesita esa atmósfera particular que se vive dentro de Ultra. Y yo, por esas cosas de la vida llegué muy tarde a ese lugar. 

De ahora en más cierro un ciclo. Es una despedida triste para mí, pero la biología impone sus reglas. No realizaré más publicaciones.  

Cualquiera que lo desee podrá dejar comentarios ya que los leeré, mientras me sea posible, y luego serán publicados, aunque no tendrán su correspondiente respuesta.  

Va mi gratitud para ustedes.