Voy a buscarte



Es apenas un estorbo de temor, ya que no existe lo imposible. Esta vez intentaré una estrategia diferente. Acaso me vista con las ropas descoloridas de los olvidados y salga a buscarte por las calles empedradas, como un extraviado nocturno, eludiendo las aureolas de los faroles encendidos, paso a paso, protegido por las sombras a donde suelen acudir los rotos de la plaza.

En la recorrida a deshoras voy a indagar a través de los escaparates de las vidrieras opacas con el afán de encontrarte recostada en los recovecos de las estanterías color sepia o apoyada en los rincones de las cajas o subida a los estantes elevados. Me han dicho que te han visto pero en mi cabeza se acumula la duda. Una voz incrédula oculta en la maraña de mis pensamientos me advierte de una nueva desazón con un carácter similar al crujir de la escarcha. Un soplo de labios escépticos se adelanta a la burla.

Y me quedo pensando en tantas quimeras esquivas que me han hollado arrugas en la frente al ser excluido de esos ámbitos exclusivos, con la escolta de las lámparas amables, vedado mi acceso a esos círculos íntimos, casi elitistas, en los cuales son admitidos solamente quienes cuentan con algún diploma que los acredite, como quienes pertenecen a la estirpe o tienen apellido patricio.

Pero me repongo incubando el deseo de no perderte en medio del entorno e imagino tu perfume novedoso, por lo cual me parece oír música en mis oídos atentos, mientras te descubro, con un pequeño arreglo en la espalda y envuelta en tu vestido recto de colores elegantes. Cedo a la tentación y acerco mi mano para tomarte en forma delicada y, al contacto, luego de observar el brillo con el que te han acicalado, me apuro a recorrer con un estupor difícil de explicar, todo lo que estás apunto de contarme, página por página.


Este relato pertenece al libro todavía no publicado Lana hueca.