El Puente de Piedra



Patricia, a pesar de la gravedad de las cosas, no se puso triste.

Se sentó en el hueco que daba a las azoteas. Todo estaba quieto y silencioso, hasta el viento había cerrado la boca.

Las aves daban bofetones con sus alas torpes, las plumas no las sostenían, irremediablemente caían desde cielo a dar contra el empedrado. Los gorriones amanecían secos, duros, como si el óxido hubiese soldado sus patas a las ramas de los nogales.

Ella no hizo caso a los ojos ruines del brujo de las fatalidades.

Tal y como había hecho hasta ahora, se dejó llevar por su inmensa pasión por los libros, abrió el que tenía en sus manos, aspiró el escaso oxígeno que había entre tanta angustia colectiva, y en voz alta leyó el relato mágico a quien lo pudiese oír.

El cuento rodó por el callejón dormido, entró en la plaza desierta, sonó a cascabeles por la despoblada orilla del Ebro y se fue a dormir debajo de los arcos húmedos del Puente de Piedra.

Y ahí se quedó.

Detenido.

Al acecho.

La dulce voz de Patricia y ese cuento, ese cuento manso, inolvidable y certero, es lo que solemos recordar con meridiana alegría, luego del agobio de tantos funerales.



Este relato publicado en la revista literaria "Nüzine" (MEDIUM, mzo. 2020) pertenece al libro Fotos viejas.

10 comentarios:

  1. ¿Qué tal Ariel? Os tengo descuidados a todos, por falta de tiempo y porque a veces esto nos absorbe demasiado y necesitamos hacer un parón, pero hoy me he decidido a pasar por aquí.
    Es este un cuento precioso, lleno de poesía en unos tiempos tan duros como los que nos toca vivir. Adivino en él un grito de rebeldía contra la muerte con que nos está golpeando la pandemia. En medio de tanta oscuridad, la voz de Patricia, y esa imagen candorosa que has forjado de ella en tan pocas líneas, nos aporta un rayo de esperanza.
    ¿Sabes que una vez escribí un cuento que se titulaba precisamente "el Puente de Piedra", ambientado en ese mismo puente de Zaragoza? Hubo una época en la que por trabajo pasaba muchas semanas en esa ciudad, y cuantas veces, al caer la tarde o ya en la noche si era invierno, me iba al Puente de Piedra a contemplar las torres del Pilar reflejadas en el Ebro. Es uno de esos lugares con un encanto especial, que en lo personal me trae muchos recuerdos. No se si conoces Zaragoza, pero si alguna vez la visitas párate un momento sobre el puente y simplemente disfruta del momento, porque merece la pena.
    Gracias por avivar esos recuerdos con este relato breve pero intenso. Espero que todo vaya bien por ahí. Un abrazo.

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    1. ¡Hola, Jorge! Un placer que te hayas acercado hasta aquí. Cuando conocí Zaragoza me enamoré de la ciudad, de su basílica, de sus callecitas, del puente y del río. Es un pequeño regalo a Patricia Richmond, escritora y editora de la revista El Callejón de las Once Esquinas, tú que has estado allí quizás conozcas el callejón del mismo nombre que se encuentra sobre la calle de Alfonso I, cerca de la plaza. Me alegra que este relato breve te haya traído tantos recuerdos. Espero que te encuentres bien.
      ¡Cuídate!
      Un abrazo desde Buenos Aires.
      Ariel

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  2. En estos momentos cada uno de nosotros querría volver disfrutar de nuevo de nuestros rincones predilectos... y eso también llegará.
    Un abrazo!

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    1. Las charlas en los bares de Buenos Aires, por ejemplo. O mirar la luna de marzo. O aspirar el aroma de los limoneros a la orilla del río. O simplemente ver cómo entran y parten los barcos, sentado en el muelle.
      ¡Un abrazo, Norte!

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  3. Intuyo que este relato encierra un homenaje a alguien cercano. Aunque duro es realmente hermoso.

    Un abrazo.

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    1. Se trata de una escritora por quien guardo admiración y afecto.
      Muchas gracias por llegar hasta aquí, Rebeca, me alegro que te haya gustado este pequeño relato.
      Un abrazo.
      Ariel

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  4. Hola Ariel, en primer lugar espero que estés bien.

    Me ha encantado este relato que aunque breve, expresa nostalgia y cariño a partes iguales.
    Un abrazo.

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    1. Hola, Mariola. Un placer tener tus palabras nuevamente por aquí. Son exactamente esos dos sentimientos que tu mencionas los que he puesto al escribirlo.
      Un cálido abrazo para ti.

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  5. Un relato que trae oxígeno en medio del ambiente asfixiante que vivimos. Así como en el cuento la voz de Patricia se revela contra esa dura realidad, --y si alguien sabe hacerlo es Patricia Richmond--, tu homenaje es un bálsamo que enciende la esperanza. Abrazo virtual, amigo.

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    1. La verdad, Osvaldo, es que la voz encantadora de Patricia y la expresión tan calma con la cual lee el cuento (un cuento, por otra parte maravilloso), frente a esa ventana, como si se lo estuviese leyendo al viento, me dejó tan impactado que enseguida traté de captar lo que había sentido en ese momento, aunque fuese algo tan breve como esto. Un abrazo para vos, Osvaldo, amigo, espero que algún día nos podamos sentar en un bar a tomar un café, algo tan sencillo como eso.

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