Escribir ficción, a veces, libera fantasmas que nos habitan sin saberlo y somos nosotros quienes entonces en una resistencia no del todo firme atinamos a espantarnos, o al menos a tomar distancia, alejándonos del mundo imaginario que hemos creado, como quien sufre una pesadilla.
Uno quiere hundirse en el lodo y dormir cubierto de barro, en silencio, porque el silencio es más poderoso sin duda que el barullo generado por tanta cosa demoníaca o alucinada que ha venido, sin que la llamen, a despertar los miedos o quizás las culpas que mueven el lápiz, con una precisión de cirujano, ejecutando una operación inesperada que nos muestra la podredumbre oculta en nuestro hueso o algún tumor que necesita ser amputado.
Es así que los escritos se vuelven indecentes o se pudren en los estantes porque, por temor tal vez, abortamos estas ideas que irrumpen como un impulso tóxico dentro de la mente o como un tajo emocional, sin sustancia ni sangre, ya que no son literatura sino el esperma apresurado de nuestra naturaleza animal. Y uno no es un monstruo. Y además debe protegerse para no caer en la locura.
Este relato, publicado en la revista "Nüzine" (MEDIUM, dic. 2019) pertenece al libro todavía no publicado Lana hueca.
Es verdad que la escritura libera los fantasmas que querríamos tener escondidos para siempre, querido Ariel, nos da miedo mirarlos de frente y aguantar su mirada. A veces hay que ser muy valiente para permanecer en la silla ante la pantalla del ordenador (o la computadora). Pero, cuando apretamos los dientes y seguimos adelante, descubrimos que esos fantasmas se van desvaneciendo con cada golpe de tecla. Eso sin contar con las pepitas de oro que surgen en medio de la arena; como tus bellos relatos.
ResponderBorrarFeliz 2020. Que sigas regalándonos con tu pluma elegante.
Un beso muy grande
Se desvanecen y, si seguimos trabajando, golpeando las teclas, como tú dices, los podemos componer un poco y pulir sus formas hasta colocar cierta belleza para disimularles el rostro.
BorrarMuchas gracias por tus buenos deseos, Ana.
Un muy feliz 2020 también para ti.
Un beso muy grande.
Ariel
Estoy con Ana Madrigal,... renglón a renglón, párrafo a párrafo, lo fantasmas se desvanecen Ariel. Un abrazo y Felices Fiestas!
ResponderBorrarSí, seguro.
BorrarA darles un poco de lustre a las palabras para que esos fantasmas no muestren la cara de la crueldad.
¡Felices Fiestas! ¡Un gran abrazo!
“Lo peor es cuando has terminado un capítulo y la máquina de escribir no aplaude.” -dijo alguna vez Orson Wells. La literatura como compromiso y la locura como telón de fondo. Para gente como nosostros, querido Ariel, no existe escapatoria. Fuerte abrazo, y ¡Feliz 2020! ¿Vaya número de año no?
ResponderBorrarSin duda, somos gente rara ¿no? Fuerte abrazo y ¡Feliz Año Nuevo!
BorrarA veces los fantasmas se esconden en el bosque, pero tu pluma los hace desaparecer y nos escribes tan bonito como la poesía. Un abrazo. ¡¡Felices Fiestas!!
ResponderBorrarMuchas gracias, Mamen. Un abrazo grande para ti. Que tengas un próspero ¡Año Nuevo!
BorrarMe pasó, y me pasa, que releyendo textos viejos me doy cuenta lo bien que reflejaban el momento que estaba viviendo. En el fondo, bien en lo hondo, el escritor está hablando de sus dolores, alegrías y toques de locura a través de los personajes, desvirtuados, o no tanto. Cuántas veces es el inconsciente el que dicta cada palabra.
ResponderBorrarMe encantó cómo lo expresaste, Ariel.
Un fuerte abrazo y feliz 2020.
Es verdad, nos reconocemos, no importa el tiempo transcurrido, aun los textos adolescentes son huellas de nuestro pasado.
BorrarYo también te mando un fuerte abrazo, Mirella.
Muchas felicidades para el próximo año.
La otra opción puede ser volverse uno mismo ese fantasma para alguien más...
ResponderBorrarSaludos,
J.
Claro, los fantasmas se multiplican como las personas, la literatura los pone en evidencia.
BorrarUn saludo grande, José.
El teclado es un domador de fantasmas, Ariel. No hay fantasma que resista el golpeteo de las teclas y el tamiz de nuestra inspiración a la hora de embellecerlos o denunciarlos.
ResponderBorrarQue este año sea fructífero y a no tener miedo que los fantasmas también se asustan.
Un abrazo
Seguiremos, entonces, por el camino de la escritura, insistiendo por lo menos en mejorar su aspecto.
BorrarUn abrazo grandote, Mirna.
¡Feliz año!
Es lo que hay, querido amigo Ariel. Debemos aprender no solo a convivir con los monstruos íntimos, y además, convertirlos en nuestors aliados. No siempre lo conseguimos. Tú o vos debes tener cierta confianza ya con ellos, a juzgar por tus escritos, todos los fantasmas te obedecen.
ResponderBorrarUn abrazo Ariel.
De tanto en tanto me miran fijo, Isabel, y no queda más remedio que alejarme por un tiempo de ellos, a veces trago saliva y sigo adelante, por momentos llegan a desordenar mis sueños, me pregunto si con el correr de la tinta pierden fuerza o, por el contrario, aumentarán su potencia hasta un límite que no pueda controlarlos.
BorrarPienso que el escribir es una manera de exortizarlos.
ResponderBorrarSeguiré recorriendo la senda a ver si se disipan. Un abrazo, amiga.
BorrarSiempre al pensar una historia, --mi rutina no es sentarme a escribir a ver que sale sino que una idea comienza a rondar en mi cabeza y sigue dando vueltas, veces días o meses y otras un par de horas--, y recién cuando la tengo un poco clara me siento a escribir. Pero en todas habitan los fantasmas de mi interior. Siempre tienen algo mío, real o en deseos no cristalizados. Nunca me percaté de eso y fue tu texto el que me mostró el hecho.(Y es un orgullo para mí coincidir con tu opinión).
ResponderBorrarHay quien dice que hay escritores de mapa, como es tu caso, y de brújula, como es el mío. De todas maneras, somos antes que nada lectores. Los textos tienen la limitación del lenguaje, tienen huecos que nosotros llenamos con nuestra propia historia emocional. Al menos eso es lo que creo yo. Es un orgullo para mí, Osvaldo, que leas lo que escribo y me dejes tu comentario. Te lo agradezco mucho.
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