La frontera móvil


Hay mil deseosos de poner cemento en los zapatos
de los que caminan a diez centímetros del piso

Sebastian se pone de pie y a mí me parece que en esa posición no mira a ningún rostro en particular de quienes estamos aquí. Vinimos a verlo y aguardamos esperando con ansiedad la palabra por decir. 

Su voz potente invade con parsimonia las paredes silenciosas. Explica sus letras como el resultado de una búsqueda expresiva concluida en un descubrimiento.

Abre el libro, lo sostiene con una sola mano y observa el fondo del local mirando abstraído con las pupilas apuntando hacia la nada. O tal vez se trate de otra cosa y sea parte de una ceremonia misteriosa para examinar la trastienda de su pasado.

Gesticula al leer con el brazo extendido como si estuviera soltando pájaros entre sus dedos. 

Dentro de las buriladas oraciones del rico léxico de los versos que declama, a pesar de mi imposibilidad de acertar acerca de los motivos de su origen, me arriesgo a imaginar cuotas de dolor, amor, y un ovillo de sentimientos propios y colectivos, desazones, pero también esperanzas.

Tiene el don de la poesía. 

Condensa, enlaza, eslabona, unos tras otros, los sólidos pensamientos, en largas cadenas de frases envidiables. Las escucho trepidar como anclas de buques gigantescos soltadas sin violencia sobre campos de flores maravillosas. Con ellos teje la trama de su lírica para diseminar su savia literaria en esta maravillosa tierra de desvelados soñadores de papel.

Envidio sanamente el derrotero por el cual nos conduce, en ascenso a la cumbre, desde donde expone con crudeza, tanto la fragancia como el frío de la muerte. Enumera, trabaja los tiempos verbales, los sustantivos, la contemplación y el movimiento. 

Me deja los signos. Me pregunto si sabré interpretar estos mismos versos que él ahora recorre —abriendo los brazos con serena vehemencia—, cuando yo esté solo en mi cuarto, con mi solitario murmullo, a la luz amarillenta de mi lámpara, aportando mi propia intensidad, recorriéndolos con mis íntimas emociones. No sé si seré capaz de modelar a mi manera y con mis propias claves los tesoros del goce estético que él estampó en las páginas escritas.

Cuando termina, le dejamos el aplauso y salimos. 

Los muros de este café acogedor del barrio de Palermo quedan empañados con la voz de mi amigo el poeta Sebastian Elichiry. No solo ha terminado de presentar su poemario “La frontera móvil” sino que hace un rato supo abrir el libro para declamar algunas de sus conmovedoras estrofas y nos dejó a todos sin aliento, con un nudo en la garganta y con los ojos húmedos alumbrados por el resplandor de tanta belleza.


El poemario: La frontera móvil
La editorial: Niña Pez Ediciones
Para comprar el libro contactarse con:

4 comentarios:

  1. Le hiciste a Sebastián una bellísima reseña y que, sin conocer su poemario, me transmitió a través de tus propias emociones, algunas del autor.
    Un gran abrazo, Ariel.

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    1. Sebastian tiene un don para la poesía y creo que la presentación del libro fue muy conmovedora porque además recita muy bien. El poemario es una maravilla literaria, de veras.
      Un abrazo, Mirella.

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  2. Excelente reseña de una velada literaria, incluído el recitado y las descripciones del autor y del lugar. Me alegra que la hayas pasado bien. Me has despertado ganas de leer esos poemas.

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    1. Fue una jornada conmovedora. Sebastian tiene una potencia especial para declamar y, aunque trabaja de guionista, tiene una sólida inclinación también hacia la poesía. Me gustó mucho este poemario, me pareció una joyita, la primera de una trilogía que promete.

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